lunes, julio 10, 2006

Días de Sol


Cada verano la rutina era la misma, pedir una camioneta prestada y viajar por largos caminos que nos guiaban a versátiles parajes del continente. Claro, nunca llegamos más lejos que la frontera norte, pero eso sí, los viajes estaban llenos de aventuras y juegos de carretera como “a ver si adivinas la primera letra de la placa del auto que viene” o el típico “silencio en la sala que el burro va a hablar, el que hable primero burro será” y de esa manera mamá nos callaba para que dejáramos de preguntar cada cinco minutos... “¿Ya llegamos?”

Sin mapa o Guía Roji, parábamos de repente a comer queso fresco en los lugares aledaños, fruta recién partida, pescado asado, un cóctel de camarón o lo que fuese que el camino nos diera... (esto dependía de la ruta).

Con claridad se me vienen a la mente los taquitos de frijoles refritos con chorizo en tortillita de harina que mamá nos preparaba justo antes de salir.

En casa los cuartos se invadían con el aroma a tortilla recién hecha envuelta en el inolvidable rastro de chorizo... Lo mejor era degustarlos cuando ya la tortilla se remojaba en el aceite del colorado manjar...

Apenas abría mamá el envoltorio metálico, claro siempre bien empaquetados en aluminio para que se conservaran calientitos, y el mismo aroma penetraba de punta a punta el vehículo... Hasta el más dormido se despertaba para deleitar el paladar con tan humilde manjar.

De estas vacaciones de mi infancia tengo pocas fotografías, pero un sinfín de recuerdos llenos de imágenes y aromas.

Mis veranos estuvieron llenos de aventuras y místicos destinos, sobre todo cuando no salíamos de casa y teníamos que imaginar a dónde íbamos de vacaciones.

Y eso es lo que cada niño y cada padre debe buscar en estos días de sol, ya sea descubriendo nuestro México, o un recóndito sitio en la imaginación, pues ambos, a la larga, siempre se quedarán en su recuerdo.

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